Valerio García Reyes: la lucidez del honor, la vocación del deber

Este artículo retrata la trayectoria del Mayor General (r) Valerio García Reyes, resaltando su formación, su vocación de servicio y su papel como figura íntegra y ejemplar en la vida pública dominicana. Un homenaje sereno a una carrera marcada por el pensamiento, el deber y la dignidad.

HOMBRES DE HONOR

Ing. Andres Nova

4/6/2025

Valerio García Reyes: la lucidez del honor, la vocación del deber

En un país donde la memoria suele ser fugaz y la vanidad abunda, hay trayectorias que, lejos del estruendo y la exposición mediática, se construyen con el rigor callado del estudio, el peso del servicio y la nobleza de la coherencia. Así es la hoja de vida del Mayor General retirado Valerio García Reyes: más que un currículum, una arquitectura de mérito y vocación, que se sostiene sobre valores cada vez más escasos.

Desde sus primeros pasos como soldado del Noveno Batallón de Macheteros hasta alcanzar con dignidad el rango de Mayor General del Ejército de la República Dominicana, García Reyes ha recorrido cada peldaño del deber con disciplina sin alarde, con firmeza sin soberbia. Pero su grandeza no reside solo en sus grados militares o en sus numerosas responsabilidades institucionales; está, sobre todo, en su constante apuesta por el conocimiento como herramienta de transformación y su humanidad como brújula de acción.

Graduado con honores de la Academia Militar “Batalla de las Carreras”, licenciado cum laude en Contaduría Pública, maestro en Defensa y Seguridad Nacional y en Alta Dirección Pública, doctorando en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid… Cada línea de su formación revela a un hombre que ha hecho del estudio una forma de lealtad consigo mismo y con la patria. Un hombre que entiende que pensar también es servir.

Y servir, en su caso, ha sido verbo vivo: ha dirigido instituciones fundamentales como el Servicio Nacional de Protección Ambiental, el Instituto Superior para la Defensa (INSUDE) y la Universidad del Caribe. Ha sido viceministro, estratega, educador, reformador silencioso. Pero nada de eso habría sido posible sin esa combinación poco común de temple militar y sensibilidad civil, que le permite comprender al país desde sus instituciones, pero también desde sus barrios, desde sus hombres y mujeres invisibles, esos que no aparecen en los partes oficiales pero sostienen la nación con su trabajo y sus silencios.

En su rol actual como presidente de la Hermandad de Veteranos y Pensionados, ha convertido un cargo administrativo en una misión humanista. No se ha limitado a representar; ha escuchado, ha sanado, ha dignificado. Porque entiende que el verdadero liderazgo no se ejerce desde el estrado, sino desde la empatía. Y que la gratitud institucional no debe expresarse solo con medallas, sino con bienestar concreto para quienes un día se entregaron al uniforme.

García Reyes es, en el sentido más pleno del término, un intelectual militar. No porque haya transitado las aulas —que lo ha hecho con brillo—, sino porque piensa el poder con sentido crítico, y ejerce la autoridad con una ética del límite. Porque comprende que el uniforme no le otorga impunidad, sino responsabilidad. Y porque ha sabido retirarse del servicio activo sin retirarse jamás de la causa pública.

En su hoja de vida se resumen varias vidas: la del joven de origen humilde que encontró en el estudio su catapulta; la del oficial riguroso que ascendió sin doblegarse; la del académico comprometido con la excelencia; la del ciudadano que, ya sin galones, sigue batallando por los suyos.

No hay en sus gestos ni dramatismo ni pose. Hay, en cambio, una rara sobriedad moral, una elegancia discreta, y una profunda fe en la idea de que el servicio al país no termina al colgar el uniforme: apenas se transforma.

Y es esa fe la que hace que su trayectoria no sea solo admirable, sino también útil. Porque ofrece un espejo distinto para quienes creen que el poder es una meta, y no una responsabilidad. Porque prueba que se puede mandar sin humillar, liderar sin destruir, y avanzar sin olvidar.

Valerio García Reyes no necesita estridencias. Su autoridad se impone desde el ejemplo. Y en tiempos donde sobran aspirantes y escasean referentes, su presencia en la vida pública es un testimonio de que aún quedan hombres íntegros. Hombres que piensan, que sienten, que sirven.

Y por eso, aunque no lo diga, aunque no lo busque, aunque no lo pretenda, su biografía le habla al país como una promesa posible.